Está instalada una idea muy equivocada en la que se cree que la comedia es más fácil de actuar que el drama, y eso no es así para nada. Cada uno de los géneros tiene sus complejidades, pero ambos comparten un requisito fundamental por parte de actores y actrices: el compromiso emocional en la construcción de sus personajes.

En la comedia, como sucede en el drama, los personajes sufren, están atravesando un conflicto o intentando sortear una dificultad. Por lo tanto, sería un enorme error representarlos desde un lugar superficial. La comedia no es algo que se pueda lograr haciéndola a medias, de taquito, o livianamente. La comedia requiere una rigurosidad en la composición de los roles, un tiempo especial para «contar» la historia, para interpretar a los personajes. Ese tiempo, ese color, ese tono, esa interpretación comprometida, esos «tiempos» particulares e imprescindibles de la comedia, convertirán ese drama que viven sus personajes, en una historia risible.

 

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